agosto 24, 2007

agosto 07, 2007

De dominación y penumbra

La luz natural posibilita que cuando un objeto ocupa un espacio, este mismo objeto se muestre. El hombre entonces, es capaz de hacerse de este objeto, y dominarlo, y usarlo en su provecho. Pero ante la oscuridad, el hombre se ve impedido de hacerlo. Su visión está restringida, y su actuar, completamente determinado. El hombre occidental con su temprana idea de racionalizar todo lo que encuentra a su paso, de convertir todo en un algo funcional, logra evadir esta restricción, utilizando la luz de la forma más cruda posible.

La luz clara, la luz que usa occidente, inútilmente exagerada, brillosa, en extremo límpida y pulcra, hace que se manifiesten en todo su esplendor las figuras y las formas. Pero a diferencia de la sobria actitud lumínica de oriente, estas figuras y estas formas están perfectamente delimitadas, sus contornos son manifiestos, y sus colores perceptibles hasta la médula.


Esta idea que se tiene del uso de la luz en el espacio, es consecuencia de la necesidad que tiene occidente del dominio. Dominar el fuego, para luego dominar a un clan de hombres. Dominar la rueda para luego dominar el movimiento y el transporte. Dominar la luz, para luego dominar el espacio.

Tal como quiere expresar Susan Sontag, la sociedad capitalista –occidente- requiere de una cultura basada en imágenes. Imágenes sonoras, espectaculares y dominantes, cuya luz –como en una novela de Orwell-, se usa para obtener el control total. Es ese mismo afán de dominio el que progresivamente ha ido occidentalizando la idea oriental de belleza.

En esencia Oriente admira la luz indirecta, difusa, opaca. No teme que el sacrificio del trabajo se refleje en manos grasientas y desgastadas. “Mirándolo bien, como los orientales intentamos adaptarnos a los límites que nos son impuestos, siempre nos hemos conformado con nuestra condición presente; no experimentamos, por lo tanto, ninguna repulsión hacia lo oscuro; nos resignamos a ello como a algo inevitable: que la luz es pobre, ¡Pues que lo sea!, es más, nos hundimos con deleite en las tinieblas y les encontramos una belleza muy particular.”[1]


Tal como dice esta frase de Junichiro Tanizaki, la disposición que se tiene en Oriente ante la falta de luz en el espacio, dista mucho ser visto como un problema. Por el contrario es una condición que genera elementos significantes. El misterio que produce el juego de claroscuros, la densidad que hay en la penumbra, la sobriedad de los tonos sombríos, e incluso turbios, es de una profundidad tan sugerente que invita a la humilde reflexión, a la introspección y a la búsqueda de un enriquecimiento espiritual.

Elementos que para occidente no tiene otra intención más que la de ser meros vacíos y carencias, son para oriente piedras angulares de su cultura, en pintura, escultura, teatro, arquitectura, e incluso en su propia gastronomía. Esto, incluso hoy, cuando somos testigos de una de las más tristes dominaciones que se tenga memoria. Oriente, sumido entre el valor de la propia tradición milenaria y la cultura extranjera que intenta amargamente dominarlos.

Aún así, el sentido de belleza para oriente en esencia, como vemos, no está fundado en la espectacularidad de sus imágenes o en la sonoridad de sus declamaciones. El hombre oriental disfruta de las cosas creadas por la naturaleza, sin la necesidad de anteponerse a ella, ni de violentarla, ni mucho menos, dominarla. Es simplemente disfrutar ver cómo duerme una sombra en un templo, cómo un silencio llena todo un tupido bosque, o cómo se dibuja y desdibuja una pausa en medio del caos.


[1] TANIZAKI, Junichiro, “El Elogio de una sombra”, Pág. 71-72, Décima Edición, Octubre 2000, Ediciones Siruela.

agosto 06, 2007

6 de Agosto 1966, Londres


Peter Brook: muy intenso, de voz aguda, ojos azul claro, casi calvo; usa pulover negro con cuello de tortuga; tiene un apretón de manos cálido y generoso; su rostro es carnoso suculento. Estudió con Jane Heap (la famosa dama de Little Review en los años 20) que vivió sus últimos años en Hampstead; alumna de Gurdjieff;

Grotowski:
unos 35 años
como caligari o el hechizero en
"Mario and the Magician"
Nadie sabe sobre su vida sexual
nunca fue crítico
estudió yoga en la India durante cierto tiempo
en su compañia nadie plantea sus problemas personales