junio 05, 2010
washington cucurto es un copión de diego maquieira
Y ahora van a hablar de mi lo peor,
por que lloro por las noches
y soy escandalosa como una tormenta.
Uso mis vestidos ceñidos
al curpo, a pesar
de mi vejez, de mis cincuenta años.
A medianoche lavo mis cabellos
con champú barato y uso
jabón de glicerina.
Yo que repartí nietos
desde la punta del Canal de Panamá
hasta el estrecho de Magallanes,
sanos y hermosos como un sol.
Y ahora van a decir de mi lo peor.
Por que no les doy cabida
a estos peruanos borrachos y mamertos.
Todavía paso por las noches
con la luz del velador encendida,
¡Y no puedo apagarla! ¡No puedo apagarla!
Yo que he contribuido al bienestar nacional.
Yo que lo hacía por atrás
en el caburete de la Talcahuano,
y una noche defenestré de cuajo
las flores del obelisco,
-las argentusas no entienden lo que es el amor-
y en pleno centro porteño
planté mi bandera.
Yo que lo entregaba con todo el amor,
si se me permite, verdadero amor
de zarrapastrosa sentimental,
tal cual soy.
WASHINGTON CUCURTO, La Máquina de Hacer Paraguayitos, Eloísa Cartonera, 2005, República de La Boca, Ciudad de Buenos Aires, Pág 21.
el lugar descorrido que hay entre artaud y sarduy
diciembre 29, 2009
BAROQUE BEHAVIOUR de Diego Maquieira
Creo que todo el firmamento de eclipses
se convertirá en un greco en llamas
para nosotros. ¿No lo crees así, Ratz?
La centuria balbucea el fin de la lengua
ya pasó el tiempo para los epicúreos
y hedonistas, para esos vagos y ladrones
y debemos hacer que desaparezcan
Ratz, yo sé dónde están los Harrier sabe
Se lo diré cuando esté revolcándose en el mar
Serán las últimas palabras que escuchará,
No le va a ser tan Bona Palona como antes.
Estoy buscando un rastro para dar como
un infierno con ellos y hacerlos bolsa.
Ratz, nosotros no deberíamos estar
Haciéndonos esto unos a otros. Ya no
Quedamos muchos muñecos culeados
En las radas de los puertos. Y le advenimiento
Los demiurgos van a venir a consolarnos
Van a venir con su infinita belleza.
Ya basta pedazo. Voy a decírselo así
de una vez y no quiero repetirlo.
El trilenio comienza y vamos a poner orden
vamos a acabar con los que siguen invisibles
pero los Harrier no lo ven de ese modo.
Tal vez ellos se crean mejores.
No puedo juzgarlos
pero no quiero que me explique nada
ni quiero que diga nada sobre los Harrier
ni de nadie de mi Condado.
diciembre 24, 2009
POLÍTICAS DE BARRIO II
Vamos a resistir como ayer resistió mi madre. Y así lo hicimos.
Hay que ganarse la calle con dignidad, le dije. Si la única micro que pasa por esta comuna, pasa cada media hora, llena hasta la pisadera, a ocho cuadras de la casa, entonces debemos estar preparados. Estábamos todas en la misma.
Las mujeres que ayer solo éramos hijas, hoy éramos hijas y también madres. Oiga vecina, me mira un ratito al Nicolás, que con esta cuestión que le dio al Felipe, ya no tengo con quien dejarlo. No se preocupe vecina, usted tranquilita, que yo me encargo. Pucha vecina, se pasó. No sé cómo darle las gracias. Vaya no más.
Entonces agarré al Felipe, lo arropé bien y me lo llevé en brazos hasta el paradero. Nos subimos como pudimos, nos metimos entre un mar de gente, nadamos tratando de encontrarnos, y un vecino me mira y me da el asiento, y le digo gracias, y sentada espero, y se me va la tarde, y se me va la noche, y esperando se me pasa la vida, y volvemos a la casa cansados, fatigados, -mas bien resignados-, y con mi cabeza pegada a la ventana me quedo un rato sentada, pensando los sueños imposibles, con el Felipe acurrucado entre mis brazos, quizás llorando, quizás durmiendo, quizás sintiendo miedo de la noche que no conoce, y yo pregunto –me pregunto- hasta cuándo va a durar todo esto, hasta cuándo podré soportarlo. Entonces recorro con la mirada las luces fracturadas de la ciudad en la que vivo. /Y veo cómo nuestro futuro se muere en las esquinas /Y veo cómo otros -quizás cuántos- se alimentan de nuestras desgracias. /Y me quedo esperando ingenua la explicación que no llegará. /Y espero y esperando se me pasa la vida.
Pero siento que todo es más simple, y a pesar de que me caiga a pedazos sobre un pedazo de colchón, con el cuerpo destrozado del día y de la noche, aún confío en la gente que vive a mi lado. Y aquí estoy: viva.