Hoy caminaba por el centro, por el lado norte de la Alameda, casi al llegar a Estado, cuando escuché un grito.
Pensé que se trataba de un borracho, un loco, un vagabundo, uno de esos que sobran por las calles céntricas y que nadie quiere mirar, y que te pide una moneda y que uno tiende a ignorar, a no dar cuenta, y sin embargo no era nada de lo que estaba pensando, no era ni un borracho, ni un loco, ni un vagabundo, no, sino que era una señora -una mujer- que gritaba desesperada, que su hijo, que dónde estaba, que quién se lo había llevado, y me detuve, miré a la gente que me rodeaba y todos miraban de igual forma, con una cara que no daba respuestas sino que se preguntaba atónito que qué es lo que pasaba, un rostro que para aquella señora -para aquella mujer- no significaba nada, y la misma señora -la misma mujer-, gritaba y decía el nombre de su hijo, nombre que ahora no recuerdo, y que quizás ninguno de los que estaban allí puede ahora recordar, y cálmese señora, tranquilízese, ¿Le informó a carabineros?, preguntaban de pronto un par de esas mismas personas sin rostro, tratando de calmarla, de decirle algo, de darle una palabra de aliento, algo que la ayudara, algo que no fuera en vano, pero, qué se puede decir en esos casos?, el niño no está, el niño desapareció, se mimetizó y es uno más en este mar de gente que no quiere ayudarla, y la señora -la mujer- lloraba desconsolada, lloraba por su hijo y todos se miraban -nos mirábamos- las caras de todos y nadie decía nada o por lo menos nadie decía nada importante, algo que le sirviera de ayuda, o por ultimo de consuelo a la señora -la mujer- que siguió buscando a su hijo y que se perdió a lo lejos entre el mar de personas sin rostro que allí estaban y de las cuales sin querer yo también pertenecía.
2 comentarios:
Fuerte es lo que pasa en la desesperación de no encontrar, qué pasó con el niño finalmente
saludos
Paola
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