marzo 13, 2008

El Pendejo de las Reebok (o "Una aproximación a la porno-pobreza")

El diego empezó a tener problemas. Al principio fueron las notas, las malas notas, y luego la asistencia. No iba nunca a clases y terminaba haciendo la cimarra todos los días, y se juntaba con los cabros, macheteaban unas monedas y terminaban en la plaza, empinándose una cerveza, o fumándose un paragua. Callejeaba la tarde, y llegaba ya de noche a la casa. Se peleaba con su vieja, y le gritaba. Sus hermanos chicos lloraban, y a él, le daba lo mismo. Ver esa escena ya le era común y no le molestaba. Muy pocas veces le molestó, de hecho. Solo las primeras veces, cuando creyó, tras el estallido de platos quebrados y fuertes portazos secos, que la situación se le podía ir de las manos. Esas fueron las discusiones más descontroladas y violentas que tuvo con su familia. Por suerte –si es que se puede decir que alguna vez hubo suerte- todo terminó ahí. Luego desconoció a su gente. Llegaba a la casa, solo cuando tenía ganas de llegar, y se encerraba en la pieza, y se ponía el personal o prendía la tele. Ignoraba a su vieja y sus reclamos, y sus gritos, y los gritos de sus hermanos más chicos, y poco a poco, el hecho de ver todas estas escenas de violencia, todos esos gritos desesperados de madre, le empezaron a parecer parte del escenario natural que era su casa.

2 comentarios:

llamarosa dijo...

Tomas o Tomasa?
oye
como va la escuela
abrazos
llámame
lo que escribes
esta
fuertito

 Alex dijo...

Acostumbramiento.