noviembre 11, 2007

sobre los onanistas

Los onanistas se frecuentan, y se miran, y se admiran, y no miran a otros más que a ellos mismos. Se visten bien. Se toman un trago, un café, y comentan sobre lo terrible que es la pobreza, sobre el último hit literario de Isabel Allende, o sobre el calentamiento global y la pena que les produce que se mueran las ballenas.
En la calle hay un mendigo, un niño pidiendo plata, y dan vuelta la cara. En la micro una señora embarazada, una anciana, y se hacen los dormidos, o miran por la ventana, o siguen leyendo su libro interesante, o hablan por celular, o bostezan, o simplemente evitan andar en micro. Entonces se encierran, y se amurallan.
Hay onanistas en todas partes. El onanismo no distingue sexo, religión, nacionalidad, ocupación, ni gustos culinarios o literarios o musicales o políticos.
Son políticamente correctos, emocionalmente invulnerables y aperrados hasta la médula.
Son intelectuales, pero no son necesariamente inteligentes. Los hay cultos, arrogantes, masturbadores, impotentes, fálico-pensadores, penetradores, izquerdosos, judíos, artistas, vegetarianos, estructuralistas, modernistas, argentinos, e incluso hay algunos que se declaran anónimamente masones. Son hijos ilegítimos de MTV. Son tolerantes, evidentemente. Respetan la diversidad y la diferencia. Son emprendedores y optimistas. Se declaran libre-pensadores. Algunos de ellos son exitosos, otros no tanto. La verdad casi todos son exitosos. El éxito y quien define quién es exitoso, no depende sino de ellos mismos. Y al mismo tiempo dicen ser sencillos y manifiestamente humildes.

Pero hay algo en los onanistas que admiro.
Quizás sea esa olímpica actitud de indiferencia

noviembre 02, 2007

El chiste de varas

José Miguel Varas, premio nacional de literatura, y exiliado político en la unión soviética, contaba una historia, a modo de chiste, y a propósito de una frase pronunciada en un discurso de Leonid Brezhnev. "El comunismo se vislumbra en el horizonte", dijo el presidente. Como forma de propagación de dicho discurso, y ante los desafíos que apremiaban al páís, los delegados del partido comunista soviético decían que no había que bajar la guardia, que no había que desanimarse, ya que, como el compañero presidente había dicho, el comunismo se vislumbraba en el horizonte. Confundida una señora del pueblo, una campesina, preguntó a los delegados que de qué hablaban cuando hablaban de eso del horizonte. Sin saber concretamente qué era eso de lo que el compañero presidente había hecho referencia, los delegados del partido ahí presentes hicieron pedir que les llevaran un diccionario filosófico para poder responderle a la señora. Buscaron la definición y leyeron algo así:

Horizonte: Linea imaginaria que se dispone paralela al suelo que se aleja a medida que uno avanza a ella.