diciembre 29, 2009

BAROQUE BEHAVIOUR de Diego Maquieira

Creo que todo el firmamento de eclipses

se convertirá en un greco en llamas

para nosotros. ¿No lo crees así, Ratz?

La centuria balbucea el fin de la lengua

ya pasó el tiempo para los epicúreos

y hedonistas, para esos vagos y ladrones

y debemos hacer que desaparezcan

Ratz, yo sé dónde están los Harrier sabe

Se lo diré cuando esté revolcándose en el mar

Serán las últimas palabras que escuchará,

No le va a ser tan Bona Palona como antes.

Estoy buscando un rastro para dar como

un infierno con ellos y hacerlos bolsa.

Ratz, nosotros no deberíamos estar

Haciéndonos esto unos a otros. Ya no

Quedamos muchos muñecos culeados

En las radas de los puertos. Y le advenimiento

Los demiurgos van a venir a consolarnos

Van a venir con su infinita belleza.

Ya basta pedazo. Voy a decírselo así

de una vez y no quiero repetirlo.

El trilenio comienza y vamos a poner orden

vamos a acabar con los que siguen invisibles

pero los Harrier no lo ven de ese modo.

Tal vez ellos se crean mejores.

No puedo juzgarlos

pero no quiero que me explique nada

ni quiero que diga nada sobre los Harrier

ni de nadie de mi Condado.

diciembre 24, 2009

POLÍTICAS DE BARRIO II


UNA POBLADORA: Mi marido me dijo, oye Rosa, yo ya no tengo fuerzas. Me quedé sin pega y sin plata. Y el niño que no para de llorar. Tranquilo, le dije. Algo tendremos que hacer. Yo no me voy a rendir, y espero que tu tampoco. No, yo tampoco. Perfecto. Entonces vamos a resistir.
Vamos a resistir como ayer resistió mi madre. Y así lo hicimos.
Hay que ganarse la calle con dignidad, le dije. Si la única micro que pasa por esta comuna, pasa cada media hora, llena hasta la pisadera, a ocho cuadras de la casa, entonces debemos estar preparados. Estábamos todas en la misma.
Las mujeres que ayer solo éramos hijas, hoy éramos hijas y también madres. Oiga vecina, me mira un ratito al Nicolás, que con esta cuestión que le dio al Felipe, ya no tengo con quien dejarlo. No se preocupe vecina, usted tranquilita, que yo me encargo. Pucha vecina, se pasó. No sé cómo darle las gracias. Vaya no más.
Entonces agarré al Felipe, lo arropé bien y me lo llevé en brazos hasta el paradero. Nos subimos como pudimos, nos metimos entre un mar de gente, nadamos tratando de encontrarnos, y un vecino me mira y me da el asiento, y le digo gracias, y sentada espero, y se me va la tarde, y se me va la noche, y esperando se me pasa la vida, y volvemos a la casa cansados, fatigados, -mas bien resignados-, y con mi cabeza pegada a la ventana me quedo un rato sentada, pensando los sueños imposibles, con el Felipe acurrucado entre mis brazos, quizás llorando, quizás durmiendo, quizás sintiendo miedo de la noche que no conoce, y yo pregunto –me pregunto- hasta cuándo va a durar todo esto, hasta cuándo podré soportarlo. Entonces recorro con la mirada las luces fracturadas de la ciudad en la que vivo. /Y veo cómo nuestro futuro se muere en las esquinas /Y veo cómo otros -quizás cuántos- se alimentan de nuestras desgracias. /Y me quedo esperando ingenua la explicación que no llegará. /Y espero y esperando se me pasa la vida.
Pero siento que todo es más simple, y a pesar de que me caiga a pedazos sobre un pedazo de colchón, con el cuerpo destrozado del día y de la noche, aún confío en la gente que vive a mi lado. Y aquí estoy: viva.